lunes, 13 de julio de 2015

COMO LA VIDA MISMA. Capítulo 62. Las calabazas mecánicas de halloween.





Ahí estaba yo, es decir, Carlos. Y mis cuatro drugos. Osea, Álex, Perona, Álvaro y Jorge. Estábamos sentados en la calle, exprimiendo nuestros cerebros para encontrar algo con lo que entretenernos aquella noche. El ron de Mercadona y las botellas de alcohol de feria, nos dejarían listos para otra sesión de ultraviolencia. Pero, queridos hermanos, empezaré por el principio. Y como siempre, contaré la historia sin ninguna pincelada de mentira. Todo lo que contaré será verídico. Empecemos.





OCTUBRE DE 2013

Después de hacer un trío con dos pelirrojas, a las cuales conocí en una tienda, y así por las buenas se decidieron las dos a subir a mi piso de soltero sin ningún tipo de coacción (REPITO: TODO ES REAL) me di una ducha para refrescarme tras una dura sesión de sexo mientras sonaba de fondo la Obertura de Guillermo Tell del genio Rossini. Envuelto en una toalla y mientras ellas descansaban, contemplé el cuadro de mi habitación que inmortalizaba al compositor Lwuiding... Lugding.... Luwgdin van... Betho.... El tío ese que se quedó sordo que luego hizo una película de un perro.

El caso es que, queridos hermanos, se me llenaron los ojos de lágrimas y tras un breve pensamiento fugaz, supe que era la hora de rendir homenaje a aquella figura. Me bebí mi vaso de leche y despedí a las cuatro mujeres que dormían plácidamente en mi alcoba.

-Halloween se acerca-dije- y la sed de ultraviolencia nos maneja.
Solté una risotada y yo, vuestro humilde narrador, propuse la mala idea de salir de fiesta para nuestro infortunio. "La Naranja Mecánica" lo grazné. Me despedí de las ocho mujeres con las que me había acostado y me decidí a comentarlo a mis drugos compañeros de fechorías. Todos aceptaron y yo, el que os habla, era feliz. No por haber fornicado con quince mujeres a la vez, sino, porque el personaje se apoderaba de mí.




-Buenos, buenos días, querido vendedor de disfraces. Me preguntaba si usted, amable hermano, tendría la decencia de enseñarme algún disfraz con lo que aterrorizar la futura noche de halloween.
-¿Cómo dice?
-Me gustaría un sombrero bajo negro, un poncho blanco, tirantes blancos, botas negras e, indispensablemente, un bastón.
-¿Algo más?
-Pestañas postizas, hermano.
-Ah. Ya lo entiendo, quieres ir de Mario Vaquerizo. "Me da igual... Me encanta" ¿Verdad?
-Eh, no, no. En realidad...
-Mucha gente me ha pedido ese disfraz. El tío ese es un loco que no veas. Voy a buscarlo.
-Sí, sí... Pero que no es de Mario Vaquerizo, es de la película de Kubrick que...



Aquel año se puso de moda la canción de Mario Vaquerizo, cuyo videoclip se basaba en La Naranja Mecánica. Todos creían que íbamos de Mario.

-Bueno, señor. No tenemos ni tirantes blancos ni botas.
-Oh, es una verdadera pena, hermano.
-Lo siento, supongo que lo podrás encontrar en cualquier otro lado. Vas a ser un gran Mario Vaquerizo.

En ese momento le arree un garrotazo en la sien. Cayó de bruces contra el suelo y escupió sangre por la boca. No podía contener la ira y de una forma u otra, me parecía bastante gracioso. Le di una patada en el pecho que le hizo estremecerse a causa del dolor. Me rogaba que parase, pero la sed de ultraviolencia hizo que siguiese castigando su hígado hasta dejarlo inconsciente y moribundo.

Nah, me fui por la puerta y no le dije nada. Me voy a pelear yo...



LA NOCHE DE HALLOWEEN 

-Mierda-dije-no encuentro algo que sirva como la braga que se ponen por encima del chaleco blanco. Papá, tenemos algo en plan arnés color rosa pálido tirando a carne.
-Hijo ¿Eres gilipollas?
-Es urgente, papá.
-Eres gilipollas.

Al no encontrar nada, decidí optar por la última opción...



-Hola, Jorge amigo-actuaba como el de la película una vez nos encontramos todos-¿Qué tal está mi drugo favorito? ¿Estás preparado para una noche de locura?
-¿Qué llevas puesto de arnés?
-Los calzoncillos sucios de mi padre...

Los disfraces no quedaron muy bien: Jorge, en vez de un bastón negro, llevaba uno de feria con purpurina plateada, Álvaro, las bragas de su hermana, Perona iba bien, pero con una barba negra espesa que no hacía juego, y Álex, iba de Álex. Hay que quererle por ser especial.


-Nuestros disfraces dan pena-Comentó Álvaro.
-Bueno, Álvaro, hermano, podría ser peor. Podríamos ser víctimas de un condicionamiento ilegal.
-¿Qué?
-¿No has visto la película?
-¿Qué película?
-La Naranja Mecánica
-No
-¿Y de qué te has disfrazado?
-De Mario Vaquerizo.





-Joder, ¡qué cola!
-Eso me dijo tu madre.
-No, no. Mira que cola para entrar en Kapital.
-No vamos a poder movernos.
-Eso me dijo tu madre.
-Pues vayamos a la cola.


Chicos, os he dado muchos consejos pero este es importante. NO vayáis a Kapital en una festividad. No vais a pasar.

A no ser que tengáis tetas, o conozcáis a los puertas, seáis populares, atractivos, ingeniosos, personas con dinero con lo que poder sobornar, pacientes para esperar o simplemente no seáis nosotros.

Somos un grupo bastante patético.

En los últimos metros antes de entrar, un hombre anunciaba que ya no podían entrar más personas. Nos habíamos quedado sin lugar al que ir, disfrazados como idiotas en una calle fría de otoño.

Y la gente cría que íbamos de Mario Vaquerizo.

-¿A dónde vamos?-dijo Jorge.
-Eso me dijo tu ma... eso no tiene sentido. Se me ocurre un sitio muy guapo.
-No-Al unísono.
-Sí, hoy hay fiesta de disfraces ¿Qué perdemos? Además habrá mujeres y todos estamos solteros. ¿Verdad, FuckerJorgemon?
-No pienso ir a Dubliners-contestó.
-Que va. Es otro sitio.
-Sabes que es Dubliners
-Que no, que no.
-Confía en mi.
-Y si nos vamos para casa-Dijo, quejándose, Álvaro.
-No, hoy no. Hoy, drugos míos, es una noche para el recuerdo y por eso nos vamos a...




Una vez todos en Dubliners, pagamos por una entrada con pinta y pasamos todos.

-Al final siempre acabamos en Dubliners.
-Como si algún día encontráramos un sitio mejor y que el alcohol nos saliese más barato...




























Dubliners aquella noche estaba repleta de mujeres guiris con vestimenta provocativa y borrachas.

-Chicos, hoy podemos hacer Queroseno.

Y se gafó,

-Venga-insistí-nos tomamos la pinta y nos lanzamos.
Aceptaron de mala gana.

Yo intentaba hablar con algunas en inglés pero todas me daban calabazas. (Véase la gran referencia)
Jorge bailaba, Perona daba la chapa sobre la filosofía y Álvaro se quedaba en su sitio.
En un momento de la noche, un chica se acercó a mí.
-"Toma, ya he pillado"
-Hola
-"Y encima española"..."Mierda". Hola
-¿Qué tal?-Me tocó el hombro.
-"Me ha tocado. Quiere conmigo" Bien.
-¿Cómo se llama tu amigo?-Señalando a Álvaro...
-Ehhh...



-Álvaro-le dije a él-como buen amigo tuyo te he conseguido a una chica. Pero porque soy amigo tuyo. Ya está hecha. Soy un dios en este bar y hasta consigo hacer mujeres a los otros. Viva Queroseno. Ve, ve.  Y yo hablo con la amiga. Pero solo porque eres mi amigo.
-No, tío. Que venga ella.
-Álvaro, que la chica quiere contigo. Mueve el culo.
-Que no... no.

Álvaro parecía Shin-chan cuando le graban con una cámara de vídeo.

-Ve.
-Que no sé inglés.
-Pero si es española.
-Que venga ella. A mi no me gustan esas cosas.


Luego se hizo Badoo y Lovo.


-Ávaro, por favor. Me ha costado mucho conseguir esto.
-Que no, coño.
-Pues me lanzo yo ¿eh?
-Pues ve.

Y fui a ella.

-¿Tu amigo no viene?
-No, pero estoy yo.
-Ah... Adiós.
-"Me ha tocado el hombro... les diré que ha sido Queroseno"


Tal iba avanzando la noche que al final mis drugos se iban marchando, quedando un grupo reducido pero dispuesto a seguir bebiendo e intentando hablar con todas las mujeres de Dubliners. Pero fue una noche de muchas, muchas calabazas. Más que nada porque, aún con el calor que hacía ahí dentro, seguía con mi disfraz. Imitando al personaje de la película. Y no es un arma efectiva para ligar.

-Buenas, buenas noches. Soy Carlo y psicólogo.
-¿Qué dices?
-¿Qué tal estás? Puedo aconsejarte, hermana, que la cerveza de aquí está...
-Oh, vas de Mario Vaquerizo. Que fuerte. ¡Que fuerte!
-"Que crea lo que quiera"-pensé- ¿Te gusta mi disfraz, entonces? El tuyo a mí sí.
-Sí, me gusta tu disfraz. Es igual que EL DE MI NOVIO QUE ESTÁ PIDIENDO EN LA BARRA.
-¿Y tu amiga...?
-Largo.
-"También les diré a mis drugos que he pillado con ésta"
Esa era la magia del Queroseno.

Pero no fue hasta el momento final cuando yo, vuestro narrador, se vio dispuesto a parar. En un último intento de hablar con una chica que estaba de espaldas, le toqué su hombro y empecé con mi frase de psicólogo. Se dio la vuelta y...

-¿Carlos?
-Dios, eres tú.
-¿Preparado para otra sesión de psicología?

Y entonces, lo recordé.







EPÍLOGO. 

Tras irnos de Dubliners, Álex y yo decidimos bajar juntos mientras le comentaba a quién me encontré aquella noche. Cuando por fin llegamos al Palacio Real y nos topamos con dos mujeres maquilladas para la noche de Halloween.
Chicos, no recuerdo muy bien lo que pasó pero hablamos durante un rato. Algo comprensible. Hasta que cuando nos íbamos a ir, nos pidieron el móvil.

Y fue una decisión mala. Mala de cojones.